Paro Nacional 21N – 13D+ (los días que sean necesarios)

Aviso: Este es un post largo, entonces si no tienes mucho tiempo para leer hoy, déjalo para un día que tengas más tiempo.

Hace mucho que no escribo en este blog y no es por falta de voluntad sino de tiempo. Hace un poco más de dos años emigré de Colombia y vine a Suecia a estudiar una maestría y mejorar mis oportunidades. La verdad es que hago parte del pequeño porcentaje de personas que es lo suficientemente afortunada para poder estudiar en el extranjero, y le agradezco mucho a la vida y a mis padres por haberme dado todo para estar donde estoy hoy; pero en mi tierra de corazón, Colombia, no todos tienen las mismas oportunidades. La situación actual de Colombia me tiene el alma y el corazón ardiendo, tanto de dolor e indignación como de esperanza, y he vivido el Paro en una montaña rusa de emociones y sentimientos.

Desde días antes del 21 de noviembre (21N) yo estaba muy nerviosa y asustada por lo que pudiera pasar. Cabe aclarar que yo no suelo ser una persona miedosa, pero estar lejos, sintiéndome impotente ante lo que los medios estaban mostrando y vendiendo, me afectó más de lo que creí. Las noticias sobre los intentos del gobierno por desmontar el paro me llenaron de zozobra, los allanamientos a casas culturales y artísticas me dieron indignación, y Bogotá militarizada sólo me llenó de más miedo. Le escribí a mi familia y amigos que sabía que iban a marchar para pedirles que salieran en grupo y se cuidaran de las zonas que podrían ser foco de violencia. Yo, en la lejanía, temía que el alarmismo de este grupo de personas mezquinas (entiéndase como de derecha) sobre una supuesta violencia que iba a suceder, sucediera. Y ahora concuerdo con un tuit que vi por ahí que decía que en estos mensajes no se sabía si estaban avisando o amenazando que iba a haber violencia.

El 21N llegó y seguí atentamente toda la marcha desde la mañana (de Colombia). La marcha estuvo pacífica todo el tiempo que la vi (hasta que aquí fue de noche), y eso me dio mucha alegría y paz mental. Mi familia y amigos que asistieron a las marchas en diferentes ciudades llegaron bien a sus casas y satisfechos que todo había sido de forma pacífica. Yo me fui a dormir tranquila y con esperanza en el corazón, pero al otro día me encontré con que, como siempre, los encapuchados (infiltrados, if you ask me) hicieron desmanes en las horas de la tarde. Y además de ellos, resulta que el ESMAD, que se supone que debe proteger a la población, estaban atacando indiscriminadamente a los marchantes. Eso me arrugó el corazón y me dio mucha indignación, pero luego vi WhatsApp y me encontré un video que mi mejor amiga me había enviado sobre algo que nunca había pasado en Colombia, un cacerolazo. Inmediatamente abrí Facebook y Twitter y vi muchos videos de gente de todas partes de Bogotá que se unieron desde sus casas a tocar el ritmo de la protesta social. No saben la alegría que me dio escuchar mi ciudad unida por el sonido de la indignación. Nunca antes Bogotá se había visto tan linda a mis ojos como esa vez; nunca antes había sonado tan linda mi ciudad. Me emocioné hasta las lágrimas de ver y escuchar a mi gente unida por un clamor de justicia social. Sentí mucha esperanza.

El 22N sucedió y la gente volvió a salir a las calles. Vi con mucho amor cómo la gente salía con sus cacerolas a crearle incomodidad al gobierno sordo y al acomodado que no quiso salir a marchar. Vi cómo más gente se unía con arte y música en una marcha que buscaba probar que en Colombia si se puede marchar en paz. Pero en la tarde, de nuevo, el ESMAD volvió a encender al pueblo atacándolo sin razón y la gente, con razón, se defendió. Esa noche me acosté pensando en que de pronto la gente no iba a caer en la trampa de la provocación, pero cuando me desperté al otro día, me encontré con que Peñalosa había decretado toque de queda en toda la ciudad. Vi en Twitter y Facebook a muchas personas denunciando que habían recibido información de que sus conjuntos iban a ser asaltados por «vándalos» a unas horas específicas. Todo era muy sospechoso, pero al perecer, las personas del común se armaron hasta los dientes para defenderse de los supuestos asaltantes. Esa mañana vi varias publicaciones en donde se hablaba de la Teoría del Pánico, y varios otros videos en donde, ¡oh sorpresa!, los que estaban creando el pánico eran los policías (algunos vestidos de civil y otros no). Lo extraño aquí es que Peñalosa salió a admitir que todo era un montaje, ¡y a su lado estaba un oficial de policía! O sea, WHAT IN THE ACTUAL FUCK? Todo eso me sigue pareciendo súper raro.

El 23N la gente volvió a salir y ahora incluso con más indignación y rabia porque le vieron la cara a toda la ciudadanía. Y, como los días anteriores, el ESMAD reaccionó de forma asquerosa. Un miembro del ESMAD le apuntó y le disparó en la cabeza a un muchacho de sólo 18 años de edad, Dilan Cruz. Cuando vi el video y la noticia sobre esto, yo, honestamente, ya estaba emocionalmente destruida de tantos videos de brutalidad policiaca, y éste fue la gota que derramó la copa. Ese día lloré por Dilan y por todos los que habían sido golpeados despiadadamente por la policía y el ESMAD. Mi mente no dejaba de mostrarme imágenes de policías golpeando hasta dejar en la inconsciencia a la chica periodista cerca la Universidad de los Andes, de la patada ninja del ESMAD contra una chica con una bicicleta, de los chicos dejados inconscientes al salir de una clínica en el centro, en fin, de todos los videos horribles que vi durante los 3 días que llevaba el paro. Ese sábado sentí mi alma magullada de tanta barbarie y pensé que, si eso estaba pasando en la capital, a los ojos de todos, ¿cómo será en las zonas rurales en donde no hay nadie mirando?

El 24N el soldado Brandon Cely Páez se suicidó por el bullying extremo que estaba viviendo por parte de sus superiores por apoyar el paro. Y el 25N Dilan Cruz murió… o más bien, lo mataron… Y así los días del paro se siguieron sucediendo y yo me sentía cada vez peor. Para el 29N yo ya no podía más. No sólo tenía el corazón roto y el alma envenenada, sino que también en lo físico me empecé a afectar. Tenía dolor de cabeza constante, mi ánimo estaba por el piso, no dormía bien, y mi trabajo se vio afectado. Ese viernes le escribí a mi psicóloga para pedirle una cita. Sabía que necesitaba ayuda para manejar lo que estaba pasando.

Estar fuera de Colombia y no poder darle voz a mi preocupación, indignación y dolor, era algo que me estaba consumiendo. Yo aquí podía contarles a las personas sobre Colombia, y ellos simpatizaban, pero nadie entendía realmente lo que yo estaba sintiendo. Aquí no es tan fácil para mi salir a la calle a gritar mi descontento con el gobierno de mi país, ni puedo hacer cacerolazo, ni siquiera hacer un cartel en rechazo a todo lo nefasto que está sucediendo. Aquí me sentía aislada y alienada de la realidad de mi país, pero después de hablar con mi psicóloga me sentí muchísimo mejor. Dentro de sus varios consejos estaban meditar enviando luz a Colombia, dejar las redes sociales por unos días y tratar de no ver noticias. Eso me dio tiempo para darle un respiro a mi cerebro, corazón y alma, y para reflexionar sobre lo que estaba pasando en el país.

Cada día subsiguiente al 30N lo he tratado de llevar de una forma más tranquila. Además, porque al enfermarme de ira y dolor no le estoy ayudando a nadie, así que he tratado de estar más limpia de pensamientos que involucren resentimiento y odio. A veces me cuesta mucho, en especial porque el ESMAD y la policía siguen haciendo cosas horrorosas, pero ahí voy.

Un update de los últimos días: El concierto #UnCantoXColombia del 8D fue algo maravilloso de ver. Un mar de personas en las calles de Bogotá cantando al son de las mejores canciones de resistencia de cada artista fue una muy esperada medicina para mi alma. Aunque, los intentos de secuestro en plena vía pública en Bogotá del 11D fueron como dagas en mi corazón. Mientras veía los videos, sólo pensaba en el terror tan profundo que la chica podría estar sintiendo, y cómo habría actuado yo en su situación. Todo fue como estar viendo una película de terror sacada de los libros de las peores dictaduras del cono sur. Menos mal las personas del carro que estaban grabando lograron que los policías soltaran a la chica. Y de nuevo pienso, si esto ocurre en la capital en plena vía pública con gente grabando absolutamente todo, ¿qué pasará (y ha pasado) en donde no llega la tecnología ni las redes sociales? #NoMásDesaparecidos. Also, ¿qué pts con las amenazas a muerte a Adriana Lucía hoy (13D)? No más de esto, por favor, hay que dejar de matarnos por pensar distinto.

Ya para terminar este post sumamente largo, perdón, pero esta fue mi catarsis, quiero dejarlos con algo que me viene rondando la cabeza desde hace días. Es evidente, para mí, que los que están dando las órdenes al ESMAD para atacar a los manifestantes y los que han orquestado las diferentes olas de pánico, han subestimado el poder que tiene un ciudadano de a pie con un teléfono con cámara en sus manos. Parece que quienes están detrás de esto es gente que claramente no entiende cómo la tecnología ha cambiado las reglas del juego. Ya no se pueden salir con la suya empleando las mismas estrategias de terror de hace 20 o 30 años (es que ni de hace 10 años). Ahora, el poder que tiene la gente de protestar y mostrar lo que realmente está sucediendo y no lo que los medios quieren mostrar por sus intereses, es lo que los de “arriba” no han tenido en cuenta y en este paro ha quedado en evidencia.

Mi gente en Colombia, no dejen de grabar y mostrar la realidad de las calles en resistencia. No se dejen intimidar por estrategias baratas de terror. ¡Yo tengo fe en que se va a lograr el cambio! #ElParoNoPara #HastaQueLaDignidadSeHagaCostumbre

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